En estos días se han muerto tanta gente
entre conocidas, famosas y desconocidas que en verdad nos mueve a pensar que debemos
cambiar esa actitud renuente a visualizar con valor que ella, la muerte, no es un asunto fuera
del contexto de la realidad, sino que forma parte del diario vivir.
En mi caso, algunos familiares y amigos han
fallecido recientemente y en el término de 48 horas murió el laureado escritor
colombiano Gabriel García Márquez, el cantante puertorriqueño José “Cheo”
Feliciano, la actriz venezolana Mayra Alejandra y mi compatriota y cantante
dominicana Sonia Silvestre… además de las 239 personas “desaparecidas” en el
vuelo de la Aerolínea Malasia y más recientemente el accidente del Ferry en Corea
del Sur en donde podrían haber muerto más de otras 280 personas, mayormente
adolescentes que viajaban en unas vacaciones escolares...es para pensar que la muerte merodea de muchas maneras.
La muerte tiene muchas aristas como
significados para la diversidad que habitamos en este planeta tierra, que van desde
nuestras creencias religiosas y culturales hasta los que se atreven a estar
haciendo culto de su macabra existencia y hasta en algunos casos, la usan como motivo para celebrar su acontecimiento.
Analizándolo desde el punto de vista
práctico, lo único seguro que tenemos al momento de nacer es que tarde o
temprano, en cualquier lugar y circunstancia vamos a tener una cita con la
muerte física, esa inevitable, intrusa, sorpresiva, inesperada, poco ansiada y
desdichada que sin ningún tipo de medición de consecuencias, ni permiso, ni consideración alguna, llegará para cumplir su cometido en cada uno de nosotros.
Pero existe también esa correlación intensa
entre vida y muerte que nos debe reclamar atención mientras estamos conscientes
de que es una irrevocable sentencia, y es la oportunidad de perfeccionar cada día
ese papel que nos ha tocado desarrollar en el drama humano de la sociedad de
nuestros tiempos; y mientras tengamos esta vida que nos parece a veces tan
etérea, ver la naturalidad de cundo llega ese momento, esa cita indeseada de encontramos
con la sentenciada muerte, aunque su crudeza nos malogre de dolor el
sentimiento por dejar de ver esos seres físicamente que amamos tanto.
Finalmente, los seres queridos que se nos
han muerto físicamente, por muchas razones siguen vivos dentro de nuestros
sentimientos y recuerdos, alojados en una especie de “edificio de apartamentos”
en donde cada uno de ellos ocupa permanentemente ese espacio tan pequeño o tan
grande como el tamaño de las capacidades que tuvieron de impactar nuestras
relaciones con ellos... la vida compartida… porque se mueren definitivamente..los que no
dejan legado..ni siquiera el de una espontánea y tierna sonrisa…como las bellas
flores que nos regala la naturaleza que aunque se marchitan y mueren..siempre las
recordaremos resplandecientes!
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